Controlar el colesterol en verano
La receta para mantener a raya el colesterol es sencilla: dieta sana y cardiosaludable, control del peso y práctica regular de ejercicio
El 20% de la población tiene los niveles de colesterol demasiado altos (hipercolesterolemia). En verano estos niveles suelen bajar, ya que es una época propicia para comer menos y de manera más saludable, aunque también hay personas que en los viajes turísticos no pueden resistir probar platos que no les benefician en nada. Los expertos aconsejan medidas para comer bien fuera de casa y mantener en cifras óptimas los niveles de colesterol.
El verano es una época que invita a mantener la línea, pero también a cometer excesos. En los viajes siempre se tiene la oportunidad de probar la gastronomía de un nuevo destino turístico y caer en esta tentación puede pasar factura a las personas con altos niveles de colesterol. Casi el 20% de los españoles tiene los niveles por encima de 240 miligramos por decilitro de sangre, "aunque la mitad de toda la población ya supera los 200 ml/dl, cuando el escenario idóneo es que no se sobrepasen los 200 mg/dl", señala Pedro Mata, presidente de la Fundación de Hipercolesterolemia Familiar y médico internista de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid. De ese 20% de la población que rebasa los 240 mg/dl, un 5% sufre hipercolesterolemia de base familiar. Esto significa que sus altos niveles responden a un componente hereditario.
Para mantener unos niveles adecuados, no hay secretos ni fórmulas mágicas. La receta es la de siempre: adoptar unos hábitos de vida saludables. El control del colesterol elevado se basa en tres pilares: el seguimiento de una dieta sana y cardiosaludable, con pocas grasas "trans" (que aumentan más que ninguna otra el riesgo de infarto de miocardio y que proceden de alimentos con grasa animal, aceites baratos utilizados para freír, comida rápida, lácteos enteros, aperitivos salados, bollería industrial y platos precocinados) y poco colesterol (que está en lácteos enteros, mantequilla, yema de huevo y carnes grasas, entre otros), el control del peso corporal y la práctica regular de ejercicio físico.
Una parte de los afectados consiguen mantenerlo "a raya" con estas medidas, pero otra parte necesita tomar medicación, además de seguir con las pautas básicas de prevención y control, válidos para cualquier persona.
¿Qué ocurre en verano?
En verano es más fácil recurrir a los alimentos frescos y crudos, como las ensaladas y las frutas, que ayudan a mantener los niveles de colesterol
En general, las personas con cifras elevadas de colesterol tienen más bajos estos niveles en los meses cálidos y más altos en los meses de invierno, según estudios que constatan cierta variabilidad entre las distintas estaciones del año y la experiencia de los médicos en las consultas, precisa Mata. "Una explicación de esta variabilidad es que, probablemente, en verano se come mejor: se toman más ensaladas, gazpacho, frutas y comidas más ligeras. Esto tiene que ver con la temperatura, ya que en verano no apetecen los platos tan pesados que se toman en invierno, aunque en las vacaciones también hay personas que se exceden", comenta el experto.
Junto con ese seguimiento espontáneo -y a veces deliberado para guardar la línea- de una dieta más sana en verano, otro factor que favorece el descenso de los niveles es la mayor tendencia de la población a practicar ejercicio físico cuando llega el buen tiempo. Al frecuentar la playa y la piscina, muchas personas realizan más actividad física de la habitual, incluso sin darse cuenta. El ejercicio físico aeróbico, como nadar, caminar o jugar a palas, disminuye el colesterol LDL (lipoproteína de baja densidad, perjudicial) y sube el colesterol HDL (lipoproteína de alta densidad, beneficioso).
Dieta "anticolesterol" para todo el año
No obstante, los hábitos saludables que se adoptan de forma natural en verano deben mantenerse de modo homogéneo en las distintas temporadas del año. La dieta para conseguirlo se basa en el consumo de lácteos y derivados desnatados o semidesnatados, frutas, verduras, pescado y carnes magras (sin piel ni grasa), así como una menor ingesta de embutidos, quesos curados, bollería industrial y alimentos precocinados (a menudo, ricos en grasas saturadas), que elevan el colesterol, recuerda Mata.
Las personas que desean comerse un croissant o una magdalena cada cierto tiempo y cuidar sus niveles de colesterol pueden recurrir a la bollería casera, informa Mata. Si se elaboran con una grasa buena, como el aceite de oliva, no son tan insanas. "La trampa de la bollería industrial es que suele elaborarse con aceite de palma e hidrogenada, que consiste en añadir hidrógeno a la grasa en los procesos industriales y pasarla del estado líquido al sólido para conservar", explica Mata. A través de esta conversión de líquido a sólido se forman las grasas "trans", que suben el nivel de LDL y, además, bajan el de HDL.
Sin embargo, en los últimos años, ha habido empresas comprometidas con la mejora de la composición de los alimentos que consume la población, a raíz de la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (Estrategia NAOS), impulsada en 2005 desde el ahora denominado Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Este compromiso ha supuesto que algunas marcas hayan mejorado la composición de sus productos alimentarios y hayan disminuido el contenido de grasas saturadas y de sal en los alimentos, para combatir el colesterol y la hipertensión, respectivamente, y que así lo hayan hecho constar en el etiquetado. Ejemplos de ello son algunas margarinas y leches enriquecidas con ácidos grasos Omega 3 y Omega 6, que son esenciales y buenos para el organismo humano.
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