Creencias populares con efectos secundarios para la salud
El comportamiento de algunas personas está sostenido por opiniones que pueden tener efectos nocivos para la salud
Creer que se debe lucir una silueta digna de una modelo puede derivar en anorexia o bulimia, la obsesión por lucir una piel bronceada todo el año favorece el envejecimiento prematuro de la misma y aumenta la tasa de incidencia del melanoma, consumir alimentos crudos incrementa el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria... La cultura es una parte esencial de los seres humanos, ya sea como individuos o como sociedad. La cultura al cuerpo y a la salud proporciona a las personas multitud de herramientas que evitan y combaten muchas enfermedades. No obstante, algunas costumbres, como comer crudo, demasiado o mal, una excesiva higiene o utilizar solo productos naturales sin control alguno, pueden resultar perjudiciales. En contra de los pensamientos más comunes, algunas creencias populares tienen efectos secundarios para la salud.
Aunque las personas no sean siempre conscientes, se comportan de un modo determinado, marcado por la cultura y la sociedad, pese a que este comportamiento no siempre es saludable. Es el caso de los cánones de belleza considerados idóneos. En la actualidad, se detecta una presión cultural importante para lucir una silueta digna de un desfile de modelos, con el consiguiente riesgo que puede comportar para la salud.
El peso de la cultura
Trastornos como la anorexia y la bulimia, asociados a la obsesión por seguir las líneas de belleza actual, son capaces de manipular la percepción de la realidad hasta el punto de poner la vida en peligro. Hay otros efectos perniciosos de seguir la moda de manera estricta, como los casos de esterilidad provocados por el uso de ropa interior masculina demasiado apretada. Lo mismo ocurre con el deseo de lucir una piel bronceada sin tener en cuenta, además del envejecimiento prematuro de la piel, los riesgos de mayor incidencia de melanoma (el cáncer de piel más agresivo) y otras neoplasias cutáneas, cuyos casos han aumentado: cada año en nuestro país se diagnostican unos 3.200 melanomas (un 45% más que en 2004) y se calcula que en 2014 la cifra aumentará a 6.000 y causará cerca de 720 fallecimientos.
Es un error creer que alguna sustancia, por el mero hecho de ser natural, es saludable
El hecho de vivir en una sociedad opulenta lleva al otro lado de la balanza: de pasar a desear y buscar una silueta perfecta, se llega a la obesidad mórbida propia de una alimentación desmesurada. La obesidad es la epidemia del siglo XXI y el problema de salud pública número uno porque se le asocian enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares o el temido síndrome metabólico. El escenario que se vislumbra en un futuro no es esperanzador, ya que las cifras estiman que en España el 14% de los niños españoles son obesos y que el 12% tienen sobrepeso. El escenario peor es que se empieza a edades tempranas, ya que antes de cumplir 10 años, uno de cada cuatro menores tiene sobrepeso.
Hay estilos de dieta puramente culturales que, a menudo, pueden no ser demasiado equilibrados o saludables. Es el caso de algunos tipos de dietas vegetarianas estrictas que, en ciertas etapas de la vida, pueden derivar en un déficit proteico. Un fenómeno curioso es el hecho de cocinar o no la comida. Cocinar es una práctica cultural, en este caso beneficiosa para la salud, ya que facilita la digestión de los alimentos y elimina muchos microorganismos que en otras circunstancias podrían proliferar en el interior del ser humano.
Sin embargo, también es cultural el hecho de optar por los alimentos crudos. Muestra de ello es el sushi japonés o los carpaccios italianos y las ostras. Al consumir estos preparados hay que extremar la vigilancia, ya que aumenta el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria.
Otra costumbre oriental peligrosa para la salud se relaciona con la celebración del año nuevo. De forma tradicional, los japoneses comen un pastelito dulce elaborado con arroz glutinoso molido y moldeado. El mochi tiene el tamaño de una mandarina pequeña y es bastante pegajoso, de modo que la muerte por asfixia no es infrecuente, sobre todo, en personas mayores. Cada año, los medios japoneses informan del número de muertes después de año nuevo causadas por mochi, una curiosidad un poco extravagante, pero no muy alejada de la tradición de las 12 uvas. Intentar comerlas en el mismo número de segundos no deja de tentar también a la buena suerte.
Entre artificial y natural
La sociedad occidental se ha alejado de manera progresiva de lo considerado natural. Cada vez se come más comida preparada, con más conservantes, colorantes y potenciadores de sabor, entre otros. A su vez, cada día se utilizan más productos químicos y se unta la piel con más cremas, perfumes y cosméticos. Hasta el aire que se respira está repleto de multitud de sustancias químicas volátiles que surgen de la actividad humana.
El organismo reacciona ante este bombardeo de sustancias artificiales. Se ha detectado que el número de personas alérgicas crece de forma preocupante en los países desarrollados y cada vez son más las personas que sufren una nueva enfermedad conocida como el síndrome de la intolerancia química múltiple. Esta patología se manifiesta con variedad de síntomas, entre ellos, un malestar generalizado y dolor de cabeza, que parece tener su origen en una respuesta del cuerpo frente a la multitud de sustancias ambientales que a diario lo invaden.
La higiene corporal excesiva también tiene cierto riesgo. El hábito de ducharse está tan enraizado en la rutina diaria que pocas veces se discute su idoneidad. Incluso, depende de la época del año, se práctica más de una vez al día. La piel tiene un pH neutro, ligeramente ácido, que le permite frenar la entrada de microorganismos al interior del cuerpo. Un exceso de higiene modifica este pH y debilita esta primera línea de defensa natural, de modo que el organismo se vuelve más vulnerable e incapaz de frenar el avance y la proliferación de estos agentes externos.
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